Nadie está preparado para un ataque terrorista, y el que así piense se equivoca. Los noruegos, que hasta el viernes han vivido en uno de los países más pacíficos y tranquilos de la tierra, menos todavía. Ahora han descubierto con horror que no están libres de esta plaga que no necesariamente viene de fuera, como se creyó en un primer momento, cuando se pensó en una vinculación islamista.
El mal puede perfectamente anidar en el seno de una sociedad tan homogénea como es la de aquel país escandinavo si se confirman las sospechas que han llevado a la detención de un joven noruego, fundamentalista cristiano, según la policía, más que presunto autor de los dos sangrientos atentados, atentados, que suman cerca de un centenar de muertos.
Esta tragedia nacional, la peor desde la segunda guerra mundial en el país que otorga el Premio Nobel de la Paz, es un ataque frontal a los valores que han hecho de la sociedad noruega una comunidad abierta, tolerante y, hasta este viernes, segura. Con menos de cinco millones de habitantes, la riqueza generada por el petróleo ha permitido a Noruega vivir en los últimos años sin los sobresaltos con los que la crisis mundial ha azotado a los países europeos.
Sin embargo, el atentado y el tiroteo han sacado a la luz un aspecto menos amable, en línea con el resto de países europeos, y muy en particular con los escandinavos: el auge de los sentimientos ultranacionalistas y xenófobos. Un informe reciente sobre las amenazas a la seguridad nacional hecho por la policía ya alertaba del aumento de la actividad de formaciones de extrema derecha --también de grupos islamistas, lógicamente--, pero las dimensiones del atentado y del tiroteo eran seguramente difíciles de prever.
En la vecina Suecia, el asesinato del primer ministro Olof Palme en 1986 acabó con la edad de la inocencia en que vivía aquel país nórdico. A buen seguro, ocurrirá otro tanto en la vecina Noruega tras los hechos del viernes. Pero sería una entrega a los violentos de todo signo que el miedo empezara a anidar en la sociedad noruega. Por ello, las palabras del responsable de los jóvenes laboristas reunidos en la isla de Utoya diciendo que al terrorismo se le combate con más democracia son sabias y deben marcar el camino a seguir por Noruega y guiar a aquellos países que, viendo lejos la amenaza terrorista, han de entender que hasta las sociedades más prósperas y más avanzadas generan monstruos.
Fuente: Editorial del Periodico de Aragón.
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