Hace solo algunos años, no tantos, pero al menos si los suficientes, cuando el espectro de la corrupción atosigaba al PSOE, todos sus militantes, afiliados y muchos de sus simpatizantes sentían una honda vergüenza, como si fueran cada uno de ellos parte de alguna desdichada corruptela y los ojos del resto de los ciudadanos estuvieran clavados en sus pupilas.
Desde los ambientes familiares a las amistades más consistentes, se debían de dar sufridas explicaciones ante lo que suponía una ignominia indigna de un partido de izquierdas. Huelga decir, lo que por la izquierda del partido fundado por Pablo Iglesias, le dedicaban los atentos camaradas y demás compañeros. La derecha miraba con desprecio las villanías cometidas por unos desarrapados.
La conciencia de clase de los socialistas, que espoleaba día tras día, también señalaba el camino de la regeneración y así volver a enarbolar aquellos principios que siempre preservaron.
Los ciudadanos renunciaron de la confianza entregada al PSOE y lo desalojaron de muchas instituciones, posiblemente con más malestar que desprecio, pero lo hicieron.
Hoy, el Partido Popular, inmerso en la crisis de corrupción generalizada más grande de la historia de la política española reciente, cornea hacia todo lo que se menea, sin perder ese rictus fascistoide que tienen aquellos que saben, "que mas da si nos siguen votando", lo cual indica que el votante popular le da igual como se alcance el poder, le da igual la corrupción y el descrédito de la vida publica, seguramente anhelan otra forma de estado y por tanto, visto de esa manera lo único importante es el poder en si mismo.
1 comentario:
Magnifico post, ademas de ser totalmente acertado y real.
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