Ayer, Chile comenzó a escribir un nuevo capítulo de su historia y eligió cambiar de rumbo. La derecha vuelve a La Moneda a través de los votos luego de 52 años y lo hace de la mano de Sebastián Piñera, un empresario multimillonario que prometió a sus compatriotas convertir en éxito sus sueños. El 51,61% de los votantes creyó en su apuesta por el cambio. En el marco de este triunfo de segunda vuelta, hubo, también, un candidato derrotado, Eduardo Frei, que consiguió el 48,38% de los votos. Pero, fundamentalmente hay en el país un fin de ciclo: el de los veinte años de la Concertación, el pacto político de centroizquierda que gobernó Chile desde el retorno de la democracia y que cayó víctima del desgaste del poder y las inevitables luchas intestinas.
Esperanza, cambio, futuro, unidad y crecimiento fueron ejes de sus primeras palabras como presidente electo, pero también las promesas de combate al narcotráfico y la delincuencia, párrafos que levantaron los mayores entusiasmos de sus partidarios. Piñera habló de "restaurar la cultura de hacer las cosas bien" y resaltó que el suyo será el gobierno del Bicentenario. "Seré un presidente de unidad nacional para todos los chilenos, pero con un compromiso y un cariño muy especial para los más pobres y la clase media", señaló. "Toda generación tiene derecho de soñar su revolución y la nuestra tiene la obligación de legar a nuestros hijos un país desarrollado y sin pobreza", dijo Piñera, quien agradeció a la Concertación "por lo mucho bueno que hizo en los últimos 20 años".
Diferentes políticos de la Coalición por el Cambio -la alianza de derecha compuesta por Renovación Nacional (RN), el partido de Piñera, y la ultraconservadora Unión Democrática Independiente (UDI)-, pasaron desde el anuncio del triunfo por diferentes programas de TV manifestando alegría y también expectativas por un universo que se avecina y desconocen: el ejercicio del poder. Desde el triunfo de Jorge Alessandri ante Salvador Allende en 1958 que la derecha no es gobierno en Chile por medios democráticos. El triunfo de Piñera, entre otros rasgos de fin de ciclo, marca el fin de lo que se conoció como la transición y el comienzo de lo que el electo mandatario llama "la segunda transición", que debe llevar a Chile al desarrollo y convertirlo en "el mejor país del mundo".
Los resultados de la elección de ayer se conocieron alrededor de las 6 de la tarde y en pocos minutos, el por ahora oficialismo decidió reconocer la derrota. Lo hizo públicamente por boca del mismo senador Frei, ex presidente entre 1994 y 2000 y quien había logrado remontar lo que se preveía como una derrota aplastante al punto de conservar cierto margen de esperanza. "Quiero felicitar a Sebastián Piñera: la mayoría de los chilenos le ha dado la confianza para que conduzca los destinos del país por los próximos cuatro años", leyó Frei en el comando instalado en el hotel San Francisco. El clima era algo áspero, aunque no faltó un optimista que recordó que al final de la primera vuelta la paliza los había dejado sin palabras y en cambio, lo de ayer ingresaba "en el terreno de la derrota digna".
Frei terminó su discurso sin leer: "Mi padre me dijo una vez algo que recuerdo siempre: debes mirar el triunfo y la derrota con la misma cara, sólo así serás un hombre". Frei habló escoltado por su mujer, Marta Larraechea, por varios jóvenes y por los ex presidentes Patricio Aylwin y Ricardo Lagos, quien al dirigir la palabra se responsabilizó por la derrota.
La agenda electoral de ayer y la sucesión de cordiales protocolos políticos no dejaba de despertar cierta admiración en ciudadanos de esta región poco acostumbrados a rituales cívicos y al respeto personal entre contendientes. Como ejemplo, la imagen del matrimonio Frei saludando junto con los Piñera en el comando del triunfador, lejos de las provocaciones y chicanas de la campaña que tampoco, hay que decirlo, alcanzaron el nivel de grosería.
Sebastián Piñera Echenique asumirá como presidente el 11 de marzo. La suya será la quinta gestión presidencial desde la partida del general Augusto Pinochet, quien se adueñó del poder y de la vida y la muerte de los chilenos el 11 de septiembre de 1973, por medio de un golpe de Estado al gobierno democrático del socialista Salvador Allende. Allende se suicidó ese mismo día, bajo las balas. Un anciano Pinochet murió en su cama tres años atrás.
Fuente: "Clarín"
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