Todo lo que está sucediendo en torno a los casos de pederastia de que se acusa a representantes de la Iglesia católica parece dar la razón a quienes sospechan que el escándalo responde a luchas internas en la propia Santa Sede. Lo cierto es que el Vaticano no acaba de salir de un charco cuando ya se ha metido en otro. Y ello no casa con la ponderada habilidad de la diplomacia vaticana. El último episodio es el enfado de la comunidad judía por la, como mínimo desproporcionada e inoportuna, comparación de las críticas al Papa por la pederastia con el antisemitismo. Es lo que hizo el predicador oficial del Vaticano en el sermón del Viernes Santo. Lo hizo, además, citando a un amigo judío, quien le habría dicho: "El uso del estereotipo, echar las culpas personales a la colectividad, me recuerda los aspectos más vergonzosos del antisemitismo".
Ante el estupor de grupos judíos de EEUU e Israel, que consideraron el sermón "repugnante, obsceno y ofensivo", el portavoz de la Santa Sede desautorizó a su predicador oficial con el voluntarioso pero débil argumento de que lo afirmado "no es la línea del Vaticano". Un portavoz de las víctimas de abusos habló de "ridículo intento de esconder los crímenes de la jerarquía católica en el sufrimiento de los judíos" y acusó al Papa de tapar la verdad.
MANIOBRAS // Este es, en efecto, el meollo del asunto desde que el New York Times publicó que el Papa paralizó, cuando era cardenal, el proceso contra un cura norteamericano acusado de abusar de 200 niños sordos y autorizó en los años 80, cuando era obispo de Múnich, la reincorporación de un sacerdote apartado por pederasta. Ante la gravedad de estos hechos, el Papa y el Vaticano callan o denuncian campañas y "habladurías".
Estas maniobras de distracción corren el peligro, además de negar la respuesta que el mundo espera, de empeorar las relaciones con el judaísmo, muy deterioradas desde que en diciembre el Papa firmase un decreto que aceleraba la beatificación de Pío XII, muy mal visto por los judíos por su silencio ante el Holocausto.
El Papa Ratzinger va de fracaso en fracaso en las relaciones con las otras religiones del Libro. Al poco de tomar posesión, en el 2006, soliviantó al Islam con un discurso en Ratisbona que subrayaba su supuesto carácter violento y posteriormente bautizó con gran pompa a un periodista italiano de origen egipcio enemigo declarado del mundo musulmán. Ayer hizo dos años.
Fuente: Editorial del Periódico de Aragón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario