Cuando la economía capitalista entra en crisis no es porque una fuerza externa la golpea. Es porque algo no anda bien internamente. Pero ¿qué podría ser ese malestar endógeno? La pregunta no es trivial: el diagnóstico es clave para determinar las medidas para salir de la emergencia.
Hoy predomina la interpretación de que estamos en una crisis causada por la desregulación del sector financiero, bancario y no bancario. Este debilitamiento de reglas habría generado incentivos perversos a la especulación y la aceptación de riesgos desmedidos.
Por supuesto, cuando reventó la burbuja especulativa los sectores no financieros también se vieron afectados por el colapso en la demanda agregada. Por eso se han aplicado estímulos fiscales para reactivarla. Pero la narrativa oficial es que los sectores no financieros de la economía (agricultura, industria y servicios) iban bien hasta que pegó el coletazo de una crisis que nace en el sector financiero.
Eso es erróneo. Los problemas de la economía real están en la raíz de esta crisis y, mientras no sean encarados, la economía mundial seguirá sufriendo tropiezos y un día llegará una verdadera hecatombe.
En 1992, mientras los economistas oficiales cantaban loas al neoliberalismo, Hyman Minsky elaboraba su teoría sobre la inestabilidad financiera del capitalismo. Según este autor, en épocas de bonanza el optimismo lleva a empresas y familias a sobrestimar el valor de sus activos, a considerar que los buenos tiempos perdurarán y a asumir mayores riesgos.
Esto sucede en cada ciclo de negocios, pero el proceso culmina en un ciclo más largo que acaba por transformar el régimen regulatorio del sector financiero, sus mercados y hasta sus prácticas contables. La erosión de las instituciones que debían controlar la especulación y dar estabilidad termina generando la proliferación de esquemas financieros de alto riesgo, escasas garantías y grandes niveles de apalancamiento.
El modelo Minsky se queda corto. En él no hay cabida para los impulsos que desde el sector real conduzcan a la crisis. Es cierto que en los ciclos de negocios de la economía estadunidense a partir de 1980 los deudores y acreedores tomaron cada vez mayores riesgos y que a lo largo de ese periodo se erosionó el régimen regulatorio. Según esto, la crisis se debe a fenómenos psicológicos y a los incentivos perversos que favorecieron la especulación descontrolada. Los factores estructurales en las esferas (no financieras) de la producción quedan fuera de esta explicación.
En contraste, otras investigaciones revelan que entre 1973-1984 ocurrieron cambios importantes en la economía real de Estados Unidos y otras economías capitalistas. El más importante es que la tasa de ganancia comenzó a reducirse. Aunque hay diferencias entre sectores, los indicadores elaborados con diferentes metodologías no se equivocan: la tasa de ganancia se reduce en Estados Unidos, Alemania, Japón y otros países.
Esa caída en la tasa de ganancia desencadenó una ofensiva en contra de los asalariados desde la década de los setenta. Sindicatos y reglas laborales que habían mantenido una evolución favorable en los salarios y prestaciones fueron atacados en todos los frentes. La globalización neoliberal fue parte de ese ataque, generando fuerzas para deprimir más los salarios.
El resultado fue que los salarios se estancaron y el poder de compra de la clase trabajadora en Estados Unidos se debilitó. El sobrendeudamiento fue lo único que mantuvo el nivel de vida al que aspiraban las clases trabajadoras. Las burbujas especulativas mantuvieron el nivel de la demanda agregada que necesitaba la economía estadunidense.
Frente al descenso en rentabilidad, el capital se refugió en las finanzas. La ofensiva contra los asalariados y la expansión del sector financiero son dos caras de la misma moneda: la caída en la tasa de ganancia, un problema con raíces profundas en la evolución del capitalismo.
Aquí se escucha el eco del análisis de Marx que ha estado a la defensiva desde hace tiempo. El dogmatismo y varias dificultades teóricas, especialmente el llamado problema de la transformación de valores en precios de producción (planteado por Marx en el tomo III de El Capital), frenaron durante años el desarrollo crítico del pensamiento marxista. Hoy cobra fuerza la reflexión de corte marxista sobre la crisis, aunque siga pendiente la solución de varios problemas teóricos importantes.
En estos análisis se articula la evolución del cambio técnico, la competencia intercapitalista y el conflicto por la explotación y la distribución del ingreso en un edificio analítico coherente. Los aportes de Minsky, de la teoría de Keynes, y por supuesto Kalecki, se fusionan bien con estas interpretaciones marxistas. El punto central es que las raíces de la crisis están en la economía real y no sólo en la esfera de las transacciones financieras. La conclusión es clara: la economía de la globalización neoliberal (y no sólo su casino financiero) está mortalmente enferma y sus fundamentos deben modificarse radicalmente.
Fuente: http://nadal.com.mx
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