Ni el viento helado de la cordillera soplando sobre sus mejillas pudo borrar la enorme sonrisa de los cuarentones Josep Llado Costa, catalán y del alemán Uwe Schneider cuando lograron cruzar en globo la cordillera de los Andes y sobrevolar el Aconcagua a 9.100 metros de altura. La travesía de poco más de cuatro horas es un récord (aunque aún le falta obtener el reconocimiento de la Federación Aeronáutica Internacional): fue el vuelo más alto en globo sobre la mayor cumbre de América.
Después de un intento fallido en 2004, los expedicionarios partieron el miércoles pasado alrededor de las 7 de lamñana desde Illapel, un pueblo en la región de Coquimbo, en Chile. A las 10 ya habían cruzado la cordillera del lado argentino y se encontraban con la imponente cumbre del Aconcagua, de 6.962 metros. "Fue impresionante, vimos la cima muy cerca", contó el catalán. Una corriente de aire de oeste a este los llevó por encima de las primeras urbanizaciones de la precordillera mendocina. Pasaron por Uspallata, Cacheuta y a las 12.05, el globo pudo tocar tierra firme en la zona de Anchoris, Luján de Cuyo.
Los pobladores se sorprendieron al ver cruzar el globo sobre sus casas. Una patrulla de rescate y una caravana de autos los siguieron por la ruta 40, que lleva al Sur provincial. "Como todo vuelo en globo, fue un viaje sin motor, sin timón y sin dirección. Por suerte el aterrizaje fue muy plácido", explicó el presidente de la Asociación Argentina de Globonáutica y la Escuela de Pilotos Jorge Newbery, Eduardo Vaqués Correa. Más allá del coraje, pesó la experiencia de los tripulantes: Schneider es campeón europeo de globonáutica y con Llado Costa han realizado varias travesías por los Alpes italianos y austríacos.
El globo aerostático se llama "Aconcagua". Fue fabricado en Cataluña y costó 150 mil euros. Tiene una capacidad de 5.500 m3, funciona con gas propano líquido y nitrógeno y su velocidad de traslado es de cinco metros por segundo.
El cruce de los Andes en globo les llevó más de un año de coordinación de permisos y estudios climáticos. El vuelo tenía que realizarse en el verano del Hemisferio Sur y de acuerdo con los estudios meteorológicos había un período de sólo quince días con condiciones óptimas para intentarlos. "El día se presentó ideal: despejado y con muy poco viento en superficie", explicó a Clarín Vaqués Correa, quien fue el guía terrestre de la expedición.
Los pilotos soportaron temperaturas de 30 grados bajo cero, pero aseguran que no sintieron frío. "Era tan grande la emoción que nos hizo subir la temperatura", dijo el alemán, mientras se quitaba la campera térmica al bajar en tierra mendocina.
Para lograr la travesía, los deportistas sumaron un localizador electrónico, equipos de radio, tubos de oxígeno y un botiquín para enfrentar cualquier emergencia. Por momentos, el viaje se presentó turbulento. "Arriba sólo quería mirar el paisaje y aprovechar cada momento, pero tenía que mantener la comunicación, controlar los quemadores y la calidad del oxígeno", recordó Llado Costa, con la satisfacción de haber volado por encima de la gran muralla americana.
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