Las elecciones que se llevarán a cabo este 2 de noviembre en Estados Unidos, las llamadas midterms, son complicadas, están llenas de pormenores que marcan la contradicción: el electorado de origen hispano se siente decepcionado con el Gobierno, y el partido Demócrata ha perdió convicción, proporcionando esperanza de triunfo a los Republicanos, que podría alcanzar la mayoría en ellas.
Por tanto en estas elecciones de medio término, donde serán renovados los 435 escaños en la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y 37 de los 100 escaños en el Senado, así como 38 gobernadores, varias legislaturas estatales, cuatro legislaturas territoriales, y también tendrán lugar varias elecciones a nivel local y estatal, representan no solo un test para Obama y su política, sino que pueden despedazar al partido demócrata de un extremo a otro de la “Unión”.
Y por que se ven así los demócratas, quizás porque en el fondo de todo esta el problema interracial,….“echemos a los inmigrantes ilegales de Norteamérica. Pero no nos olvidemos de decirles, antes de que se vayan, que recojan la basura de las calles y rieguen nuestros jardines”. Ted Kennedy, con esta frase ponía en cuestión uno de los grandes problemas que tiene la administración norteamericana, la regularización de millones de inmigrantes de origen hispano. Fracasado el último intento de llevar a cabo una regularización en 2006; cuatro años después, en mayo de 2010, la situación pende de un hilo, más de 10 millones de hispanos miran a Obama, después de haberle apoyado unánimemente en 2008 y esperan una solución a su problema, solución que es el gran filón usado por el Tea Party para asustar a los electores y proporcionarse un apoyo creciente.
Digo que este es el principal problema porque, Obama llega a estas legislativas, con los compromisos electorales hechos, a pesar de la oposición del partido republicano y de una parte muy importante de la sociedad americana. Obama y el partido demócrata aprobaron en el Congreso y en el Senado la reforma sanitaria. En un ejercicio de realismo práctico, Obama prefirió que saliera adelante una ley que no era tan ambiciosa como la que él había prometido, que dejaba fuera la opción pública de cobertura médica, pero que garantizaba la cobertura a 31 millones de americanos. A finales de marzo de 2010, tras año y tres meses de debates, enfrentamientos, encuestas a favor y en contra, se aprobaba la ley más importante en materia social desde la puesta en marcha de Medicare y Medicaid (en 1965, con Lyndon B. Johnson, como presidente) y la creación de la Seguridad Social, por Roosevelt, en los años treinta del siglo pasado.
Por tanto una parecida capacidad de alcanzar compromisos y acuerdos va a necesitar Obama para impulsar tanto la reforma de la inmigración como la reforma reguladora del sistema financiero. En la medida en que ambas reformas estaban presentes en sus discursos de 2006 y 2007, así como en su programa electoral ("Change we can believe in. Barack Obama's plan to renew America's promise", "El cambio en que podemos creer. El plan de Barack Obama para renovar la promesa americana" de 2008), es fácil prever que el presidente hará todo lo posible para sacar las reformas adelante.
La opinión pública, tan importante en la política norteamericana, es muy favorable a ambas reformas, lo que por mucho que los republicanos no quieran dar oxígeno al presidente, tarde o temprano tendrán que apoyarlo. Lo malo es que Obama no pasa por su mejor momento demoscópico, según las encuestas. Newsweek dice, con respecto al presidente: un 47,9% aprueban su gestión; el 46% la desaprueban. La encuesta de The Economist da resultados similares y por quinto mes consecutivo, el tracking político mensual de Pew da al presidente índices de aprobación inferiores al -saludable- 50%.
Por tanto estas elecciones, que van a poner o quitar posibilidades reales de que Obama lidere con más o menos comodidad las próximas reformas, y desde luego que son un referéndum, y aunque el Producto Interior Bruto americano esta creciendo al 3,2%, y con una tasa de paro aún en el 9,7%. Pero, con tres trimestres en positivo y con el índice de confianza de ciudadanos y empresas subiendo ligeramente, lo que supone que Norteamérica ha salido claramente de la recesión y está poniendo las bases para empezar a tener un crecimiento sano, y aunque los republicanos, se enfrentan a un potencial y peligroso "split" o división del voto conservador: el movimiento popular auto denominado "Tea Party" que podría desgarrar su voto en estas elecciones. Se puede dar la paradoja, de que la única persona, líder político, que puede dar un gran susto hoy a Obama es Sarah Palin. Que lejos de perder influencia tras su desastre electoral a la vicepresidencia, ha conseguido crear un movimiento de acción política desde las bases del Partido Republicano que aspira a reformarlo y a sustituir al ‘establishment’ del mismo. Inspirado en los principios mas reaccionarios que conectan con el llamado americano medio, pero empezando, al margen de tener que soportar a un Presidente negro, ver caminar por un país al que llegaron sus padres desde otros muchos, a millones de inmigrantes que siguen persiguiendo el sueño americano de James Truslow Adams, que no es otro que la búsqueda de la igualdad de oportunidades y de la libertad que permita a todos los habitantes de Estados Unidos lograr sus objetivos en la vida únicamente con su esfuerzo y determinación. Lo que pasa que estos aspirantes de nuestros días son un poquito más tostados, de piel.
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