La Unión Europea de hoy es muy distinta a la de hace 25 años. Era más pequeña. Estaba en plena fase expansiva. El eje francoalemán tiraba del carro con fuerza. Era un mercado, pero era también una idea política impulsada por unos dirigentes que guardaban muy fresco en la memoria el recuerdo de millones de muertos víctimas del totalitarismo y de una guerra que había asolado el continente, y no estaban dispuestos a que se repitiera la barbarie. Este recuerdo alimentaba su fe en una Europa unida, fuerte y social.
España también era muy distinta. Era un país joven que había vivido sometido a una férrea dictadura, que llevaba diez años escasos descubriendo la democracia y empezaba a recuperarse del atraso político, económico y social al que el régimen franquista la había sometido.
CAMBIO. Para España, era vital el ingreso en la UE. Lo era económicamente, pero también políticamente. Era la forma de ganar la mayoría de edad en el escenario europeo, de consolidar la todavía débil democracia y de acabar de una vez por todas con cualquier devaneo involucionista.
Económicamente, la Unión Europea ha sido una bendición. En 20 años, de 1986 al 2006, España recibió 118.000 millones de euros en ayudas de distinto signo, la mayor cantidad jamás concedida por Bruselas a un recién llegado.
El volumen de estas ayudas ha merecido ser considerado como la mayor operación de solidaridad de la historia, superior incluso al Plan Marshall. El país pudo modernizarse y dar el salto en poco tiempo de un país atrasado a codearse con los países ricos de la Unión.
CRISIS. Hoy, todos aquellos éxitos parecen quedar muy lejos. Resulta difícil encontrar en la sociedad aquel impulso que hizo de España uno de los países más europeístas. La crisis ha dado como resultado también la pérdida de confianza en el proyecto europeo.
Pero antes de estos accidentes, la Unión Europea ya había perdido el empuje que caracterizó los años ochenta y primeros noventa. Ocurrió que los estados miembros empezaron a recelar del proyecto de unión política y frenaron el proceso. Desafortunadamente, España, gobernada por José María Aznar, también estuvo en este proceso.
Ahora, cuando se cumplen 25 años del ingreso y con el agobio de la crisis encima, resultaría muy injusto no reconocer lo que la Unión ha hecho por España.
Fuente.: Editorial del Periódico de Aragon.
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