El papel de España en el Mundial de Fútbol ha alcanzado una dimensión que desborda lo deportivo y, al convertirse en gran fenómeno social, va a tener claras y positivas implicaciones políticas y económicas, sobre todo si La Roja gana la final de hoy y se alza con el título.
Los éxitos de la Selección española han desencadenado una nueva identificación de la ciudadanía con sus símbolos nacionales, ha reducido el impacto de la crisis política y, según todos los expertos, contribuirá a impregnar de optimismo a los consumidores y a crear mejores referentes de un país sumido desde hace tiempo en la depresión y la desconfianza. Sí, es sólo fútbol; pero puede ser mucho más, puede reparar nuestra autoestima e impulsar nuestra imagen y nuestra marca.
Llegar a la final de hoy ha sido posible gracias a una nueva generación de futbolistas en la que el talento se ha aliado con una actitud colectiva serena, solidaria y competitiva. Después de décadas de frustraciones, la contradicción existente entre los éxitos de los equipos locales españoles y el fracaso de la Selección nacional en las competiciones internacionales ha saltado por los aires al emerger un combinado, La Roja, con una nueva personalidad y una ambición sin límites. Esta tarde, la final podrá decantarse, o no, por España (¡ojalá que sí!), pero en cualquier caso se habrá producido el milagro de que todo un país se esté reconciliando consigo mismo, se reconozca en su bandera y sus colores, confraternice frente a los televisores y afronte con mejores perspectivas sus problemas.
Este soplo de optimismo y autoconfianza va a resultar esencial a medio plazo para abordar serenamente retos que están ahí y que en los últimos meses han atenazado nuestras energías y nos han llenado de temor. Ninguna victoria futbolística remediará los efectos del ajuste, que sigue en marcha, o la crisis de Estado que se viene manifestando a diversos niveles. Pero hay algo indudable: se ha formado una actitud ciudadana más dinámica, más activa y más consciente de las posibilidades de este país. La normalidad que refleja el talante de del Bosque, la pasión de Villa o de Puyol y los reflejos de Casillas se proyectan sobre una sociedad que necesitaba imperiosamente estímulos y buenas noticias.
El fútbol es sólo un entretenimiento de masas y un negocio global. Pero también puede ser, como estamos viendo, el vehículo de las esperanzas y las ilusiones de un pueblo que hoy sumará sus energías a las de ese grupo de deportistas geniales que han convertido el color rojo en la nueva expresión de la esperanza.
Fuente.: Editorial del Periódico de Aragón.
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